samedi 9 mai 2015

Si yo espero que tu me quieras, corro el riesgo de olvidar todo cuanto soy, por el camino. Corro el riesgo de que los hijos que aun no tengo, no me puedan ver, y de no estar, donde realmente quiero estar. Que no tiene nada que ver con lo que tus ojos vean, ni tus deseos, que no tiene nada que ver con tu tiempo, ni con tu cariño. Eso has de entenderlo, tengo que traicionar tus expectativas, de manera irremplazable, para cuidarme a mí misma. Tus expectativas sobre mi no deberían nunca ser cubiertas, al menos, de manera voluntaria. Perderías entonces mi capacidad de sorprenderte, la posibilidad de crecer conmigo, y no a través de mi, no, conmigo.

Puedes entender conmigo, o sin mi, que hay una orientación hacia uno mismo que no nos podemos perder para amar de verdad. Y con frecuencia es tratado de egoísmo, pero esperar del otro lo que tu quieras que sea, a cambio de tu cariño...eso si que es egoísmo. El amor no puede ser un tratado de intercambio, en el que doy y espero. El amor es bidireccional pero sus caminos de ida y vuelta, no pueden enredarse. El amor da porque le sale, y recibe con el único hecho de dar, porque dar me convierte en la persona que quiero ser, me acerca a esa divinidad que llevo dentro y me sale sin esfuerzo.
El amor que recibe es otro camino, que también, es una manera de dar...esta vez se da humildad, recepción, entrega al calor del otro. Se da apertura, se abren despacito los ojos y el corazón se refugia en manos del otro. Y en ese dar poder al otro, para que me cuide, somos conscientes de que lo estamos ayudando también en su crecimiento, de que le ofrecemos una posibilidad de que expanda su divinidad y desarrolle su amor más altruista. Y ese dar se convierte en agradecimiento, en ese mimo a la belleza del otro que permite hacer brillar la nuestra.

Así que hay dos caminos, el de ida, de dar, y el de vuelta, de dar recibiendo. Y el secreto, en todo esto, siempre se construye a base de DAR.

Aucun commentaire:

Enregistrer un commentaire