mercredi 29 avril 2015

No es preciso desenmascararse con prisa, el tiempo siempre ha sido inigualable quitando velos. No es cuestión de competir, ni de suerte. No es cuestión de esencia, aunque si la hay, debe estar estancada entre sus dedos, esperando ser imantada por una caricia. Las caricias y su nostalgia, la nostalgia del calor descendiendo por sus dedos sin ser visto, pero con el que no puedes evitar cerrar los ojos, para que no se te escape ni un ápice.
Ese calor solo se describe a oscuras, aunque la sala esté llena de luz y de gente, ese calor es quien sostiene a dos milagros físicos en la vulnerabilidad de lo humano. Los une, y aunque son instantes, la eternidad se pasea sin esfuerzo entre unos dedos sutiles y la piel en calma. Y en ese momento solo puedes estar presente, pero después no hay manera de rebobinar la huella de sus manos, y anhelar con fuerza que te marquen las suturas.
Se llama bioquímica, dicen. Yo no le pongo nombre, pero no dejo de pedalear contra el invierno que ha dejado su ligerísimo perfume. Cuando alguien aparece y se te abre el corazón de par en par, cuando confiar es tan fácil, cuando alguien aparece con esa ternura tan limpia y bonita, ninguna razón parece buena para dejarlo ir, aunque lo sea.

De momento te regalo el invierno, éste de 2014/2015 te lo dejo archivado, y sé que cuando lo recuerde, vendrán tus martes, y los miércoles se harán más bonitos y más ligeros...para dar la bienvenida al jueves, que tan bien me sienta siempre. La verdad ya dudo que nos veamos pronto, porque estoy tratando de olvidarte en un pulso contra la esperanza. Pero valdrá la pena, seguro, haber amado la trama.

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