jeudi 5 janvier 2017

No sé  cómo llegaste hasta aquí. No sé por qué hay tanto frío en las noches que no estás, si solo has estado una...
A veces para encontrarse no hace falta compartir aire, ni mirar el mismo sendero, no hace falta acariciar los paisajes a la vez, ni que sean el mismo... basta con imaginar que lo haces... basta con entender el significado del amor, de enamorarse...
Ese que va mucho más allá de acariciar la pasión en el otro.. ese que trata de ti.


Y esa sensación nace directamente de tu pecho. No hace falta que el otro la mire. Y da igual si llega o no a puerto...es algo así como mar. Te embriaga. Nace de tí, y además te embriaga, y no sabes bien donde acaba...y mucho menos donde empieza, pero su sal te cura.

Y aunque el mar es Bravo, y a veces, se convierte en ciclón, también se le puede domar. No dirigirlo, no. Pero si fluir con él, aprovechar su impulso y viajar, o bajarse del barco, esquivar una ola a tiempo, para que no te revuelque. Y así, construir un vals.

Un compás de tres tiempos al que ir añadiendo estrofas... un lugar para el encuentro de las pausas tras los contratiempos, un espacio en los silencios de blanca, y también de negra...un lugar donde el tempo lo marque el entusiasmo, y no la inercia. Allí quiero llegar contigo, y que encuentres tu armonía. Y es entonces, cuando la pausa es arte, que... se construye lo imposible: el entusiasmo dentro de la calma. Un reflejo auténtico de la vida: mirarse con la luz encendida.


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