dimanche 5 février 2017

Dedícame una sonrisa y llegaré donde tu estás, sin que me mires. Dedícame lo que te apetezca. Prometo no exigirte nada, ni siquiera con mis expectativas.

Dedícame un suspiro y...ah no, los suspiros no se dedican, porque no se tienen, te invaden. Como todo lo verdaderamente mágico de la vida, un suspiro no se posee. Y es que es aire, aire que pasa y te refresca, puede que te despeine y hasta que tambalee tus creencias, puede que te tumbe, pero no se puede agarrar, sólo dejar que te toque.

Como la infancia, esa que tantas veces los "mayores" queremos congelar en el tiempo y es una brisa, no hay manera de agarrarla, la única manera de sentirla es dejar que te acaricie.

Hoy leí que los pies representan el alma humana. Por eso nos cuando se quedan fríos nos sentimos tan vulnerables, por eso cuando se dañan nos hablan de emociones que la están debilitando. Los pies son la raíz y el empuje. Desde donde se toma la fuerza y el comienzo del despegue. Siempre había pensado que uno comienza a andar moviendo los pies..pero no. El movimiento, primero se piensa, luego se alza el tórax, alargando la presencia y desde la tripa, nace la fuerza interna y el soporte para desplazar el propio peso hacia delante. Y esta pequeña andadura desde que se crea en el cerebro, hasta que se realiza en la pisada, se repite mil y una veces en la vida: en una conversación bien llevada, en la consecución de los sueños, en el amor...Primero, la intención. Después, uno se alza hacia el cielo para mejorarse. Y por fin, se llena de coraje y avanza, materializando. Y para dar un paso hay que mover el propio peso, y jugar con la estabilidad, que ha de hacerse dinámica para interaccionar con el mundo.

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