lundi 22 septembre 2014

No tiene sentido escaparse del mundo. El mundo no te esclaviza, te invita a ser. No tiene sentido querer detenerse, cuando hagas lo que hagas siempre estás creciendo. No tiene sentido dejar de sonreír, aunque es bueno sentirse ñoño y acariciar el lado triste del mundo, porque muchas veces es en la tristeza donde volvemos a ver a los demás, aunque sea obligados por la soledad.

No tiene sentido pensar que nos hieren cuando no son como esperábamos que sean, porque la verdadera herida la crea mi miedo a su libertad, mi querer cambiarlo pensando que mi noción del bien es más adecuada que la suya. Cuando todos caminamos el mismo camino, con diferentes brechas, cuando todos somos vasos comunicantes que a ratos se nutren y a ratos se dejan contaminar aceptando los miedos ajenos.

No tiene sentido ver la vida en un vaso, porque la vida fluye constantemente. No tiene sentido querer sin pestañear, ni querer de a poquitos, ni querer a pleno pulmón. Ésto último quizá lo tenga, pero es casi utópico, porque estamos llenos de aires residuales que dificultan nuestro querer. Porque nos cuesta vaciarnos de pasado para respirarlo todo.

Lo que si tiene sentido es abrir los ojos y cerrarlos a su vez, sin temor a perder el equilibrio, sabiendo la vida es balancearse. El río fluye, o lo hace su agua, porque no tiene miedo de que deje de brotar, aunque se seque. El problema con nuestra capacidad de amar es que a veces no entendemos, que siempre, siempre, siempre, aparecerán manantiales que nos suministren motivos para querer.